Voy
a considerar a continuación algunas ideas de la relación entre el llamado
autista y su madre.
Esta relación que ha sido calificada de simbiótica por
la psicología tradicional presenta un rasgo muy característico, que se presenta
por otra parte con mucha frecuencia en la clínica y que pone a esta relación en
crisis: los niños autistas golpean a su madre.
Trataremos
de hacer entendible este acto aparentemente irracional.
En primer lugar estas
madres han suturado el objeto de su fantasma con su hijo, así este está
capturado en una relación topológica que
calificaríamos de banda de Moebius, es decir que el niño es aspirado a
identificarse en relación al discurso materno en un envés a veces absolutamente
contradictorio. Y los limites de su cuerpo y la de su madre estan diluidos uno empieza donde termina el del otro y viceversa.
Esta situación es pensada por el psicoanálisis
desde Freud como lo que es un niño para una madre, a través de la muy conocida
ecuación pene-niño, el infante está obligado a ocupar el lugar del falo en la
madre, producto del complejo de castración en la mujer. Es decir la mujer como
mujer es madre posible y de esta manera ya desde el vamos la maternidad viene a
ocupar una salida para su complejo de castración. Lo particular de esta situación es que el pequeño
esta sujeto a ser objeto de su capricho, ser objeto de un capricho sin el semblante falico que armoniza.
Esta
subjetividad no mediada por la metáfora Paterna es una subjetividad de la que
podríamos decir que bordea lo siniestro, porque el niño se adapta y no se adapta en ese lugar, con todos lo efectos especulares de irrealidad, fragmentacion y transitivismo que se producen. Hay momentos de
imposibilidad tanto para el niño como para su madre en lo que podríamos
calificar de subjetividad invertida.
En
segundo lugar deberíamos argumentar en relación a lo que es un golpe, y
especialmente un golpe dado en este tipo de relación donde lo simbólico está
forcluído. Un golpe en estas
circunstancias va desde lo real hacia lo simbólico, en donde el cuerpo
imaginario hace de pantalla como
amor-odio imposible. Un golpe apunta a dejar una marca en el Otro, único
camino para que se pueda abrir un corte en esta banda, y puedan emerger dos
sujetos como sujetos del golpe, uno como víctima y otro como verdugo. Dos
posiciones que sostienen los cuerpos, y marcan el intento de una diferenciación
desesperada como imposible.
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