Tal vez sea más difícil hacerles entender esto último
porque, por razones que quizá no son tan agradables como podríamos creer,
conocemos menos hoy el sentimiento de odio que en las épocas en que el hombre
estaba más abierto a su destino.
Es cierto que hemos presenciado, no hace mucho,
manifestaciones de este género que estaban bastante bien. No obstante, hoy, los
sujetos no tienen que asumir la vivencia del odio en lo que éste puede tener de
más ardiente. ¿Por qué? Porque ya de sobra somos una civilización del odio.
¿Acaso no está ya bien desbrozada entre nosotros la pista de la carrera de la
destrucción? El odio en nuestro discurso cotidiano se reviste de muchos
pretextos, encuentra racionalizaciones sumamente fáciles Tal vez sea este
estado de floculación difusa del odio el que satura, en nosotros, la llamada a
la destrucción del ser. Como si la objetivación del ser humano en nuestra
civilización correspondiera exactamente a lo que- en la estructura del ego- es
el polo del odio.
J. Lacan (Escritos técnicos)
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