El código moral
del fin del milenio
no condena la
injusticia, sino el fracaso
Eduardo Galeano
Vamos a reflexionar sobre la
relación posible que vienen manteniendo el psicoanálisis y el campo de la salud
mental. Esta relación siempre fue de una cierta tensión. En sus comienzos
fructífera pero con la avance de las grandes empresas farmacéuticas se fue
haciendo incompatible.
Esto se fue plasmando a partir
de los años cincuenta en el trabajo especialmente hospitalario donde la praxis
psicoanalítica se fue reinventando para pensar nuevos problemas, y la salud
mental recibía el motor teórico que necesitaba para avanzar en su praxis
transformadora sobre el modelo asilar.
Vamos a pensar lo que ocurre
en la actualidad después que paso bastante historia desde que la salud mental
hace su aparición primero como higienismo mental, y luego después de la segunda
guerra mundial, con una fuerza que fue capaz de cuestionar el modelo
psiquiátrico tradicional.
Nuestra tesis es que en la
época del capitalismo tardío, también llamado salvaje, de la globalización
neoliberal, la praxis de la salud mental se fue degradando de sus principios
iniciales, y fue cayendo en una nueva y sin precedente segregación y estigmatización
de la enfermedad mental. Maquillada con los viejos lustres de los derechos
humanos oculta, al dejar de lado la subjetividad producto del desencadenamiento
de la ciencia, un gran negocio. Un mercado mundial donde la enfermedad y sus
tratamientos dejan suculentos dividendos. Es en este sentido que pensamos que
psicoanálisis y salud mental son incompatibles.
Es por esto que la salud
mental hoy es el campo de una conflictiva política donde se juegan posiciones
antagónicas y donde el psicoanálisis tiene mucho para decir.
Basta señalar la última bomba
que acaba de estallar días antes de que se lance al mercado el nuevo manual
diagnóstico DSM V de la Asociación Americana de Psiquiatría, cuya elaboración
estuvo plagada de polémicas. Pues el
Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos anunció que abandona esa
clasificación que determina cientos de patologías mentales con criterios
externos y siempre muy acordes a las necesidades de la industria farmacéutica.
El escándalo que significa que
en el 2008 en EEUU casi la mitad de los habitantes se reputan clínicamente
enfermos de algún cuadro mental y casi la cuarta parte de la población 67,5
millones ha tomado antidepresivos. Se prescribían ya entonces 200 millones de
recetas anuales para tratar la depresión y la ansiedad.
Origen del campo de salud
mental y encuentro con el psicoanálisis
En sus orígenes esta corriente
de la salud mental fue una fuerza de cambio que incorporando el psicoanálisis,
el hospital de día, las terapias grupales y terapias por el arte supieron
enfrentar el discurso manicomial, representado por los grandes nosocomios que
simbolizan el encierro del enfermo mental a veces en forma definitiva.
Esta corriente progresista
munida de los ideales de la época de liberación, donde los derechos de las
personas estaban en el centro de su accionar y fortalecida por la teoría del
psicoanálisis, se enfrenta a la
discriminación y segregación del enfermo mental. Aboga por la reinserción
social y plantea postulados donde trata de escuchar al que sufre aunque el que
sufra tenga un discurso delirante, porque se trata de buscar procesos de
subjetivación.
En este sentido el
psicoanálisis ha ayudado en la conformación de políticas que tengan esta
orientación. Así la creación de hospitales de día, la creación de servicios de
salud mental en todos los hospitales generales con camas para internaciones
breves, los centros de día, las casas de medio camino, el acompañamiento
terapéutico, las terapias ambulatorias junto con la incipiente farmacología
conforman un momento de encuentro entre psicoanálisis y salud mental.
La psicofarmacología aparece
en este sentido para posibilitar el despliegue de la palabra evitando los
electroshock y los chalecos de fuerza, en la misma línea de reinserción social
y evitar la cronificación y el encierro.
Esto posibilito que
psicoanálisis y salud mental encontraran coincidencias. Habría que destacar en
este sentido la actual promulgación de la Ley Nacional de Salud Mental 26.657
que implica un avance inédito en esta materia. Que tuvo y sigue teniendo
enormes resistencias desde la corporación médica, la corporación judicial y las grandes empresas farmacéuticas.
Diferencias entre Salud Mental
y psicoanálisis
La salud definida por la OMS
como “un estado de completo bienestar físico, psíquico y mental” en
la Conferencia Sanitaria Internacional realizada en New York en 1946 y que
entra en vigencia en 1948, comienza a delinear este cambio de paradigma en la
concepción tradicional y que abarca el diagnostico, la prevención, el
tratamiento, y en el campo psiquiátrico implica que el enfermo de ser objeto
clasificatorio y de vigilancia social, pasa a ser sujeto de su propia curación.
Así la salud mental desde el
psicoanálisis es un ideal para llevar adelante políticas de cambio. El
bienestar es el punto central donde gira su accionar, se pasa de pensar en
términos de enfermedad a pensar en términos de derechos e ideales de salud.
Al entrar la salud, como bien
a formar parte de la política, aparece el campo de discusión de distintas
políticas a llevar adelante y un debate que se fue dando sobre concepciones de
salud y los intereses que se pusieron en juego. Porque esta es una corriente
que va a levantar los derechos humanos como bandera: a la salud, a la vivienda,
a la educación, al trabajo, a la seguridad, etc.
Así el psicoanálisis al
considerar todo esto como un derivado de los ideales de la persona y que la
curación y el bienestar son efecto secundario de un análisis plantea sus
diferencias, pues hay un incurable para el sujeto: del inconciente nadie se
cura. Másallá del principio del placer, el masoquismo primario y la repetición
en relación al superyó, le hacen pensar a Freud que el enfermo no quiere su
curación, y esta resulta un imposible, solamente podremos llegar a un núcleo de
real donde el sujeto debería hacer algo con eso. También para Lacan el
psicoanálisis va más allá de los ideales y cuando escribe Kant con Sade
descubre que el sujeto puede estar bien en el mal, llevando la ética a un
impase diferente. No necesariamente el sujeto quiere su bien. Así es Lacan
quien lleva el pensamiento freudiano más lejos con su noción de sinthoma como
el núcleo que queda al final.
O sea que si bien Salud mental
y Psicoanálisis coinciden en la importancia de la subjetividad en el sentido de
la no segregación del sujeto, difieren en el lugar donde el campo de la salud
mental es guiada por ideales en las políticas de salud, en cambio el campo del
psicoanálisis es guiado por la singularidad de un imposible de curar y acompaña
al sujeto a inventarse algo con eso.
La Salud Mental las neurociencias y las nuevas tecnologías
En este panorama el
desencadenamiento del discurso científico, va a producir efectos enormes en
este campo así planteado. La salud de ser un bien entendido como un derecho se
fue convirtiendo en una mercancía.
Las nuevas tecnologías se
fueron introduciendo para tratar políticas llamadas “de gestión”, es decir la
salud es una mercancía y se necesitan buenos gerenciadores para producir un
beneficio, beneficio que se fue traduciendo no en una mejor subjetivación, sino
en pensar en costos y en la extracción de
mayor plusvalía de los sectores implicados, y en este sentido las
privatizaciones y los recortes de los presupuestos estatales fueron los efectos
concretos de este proceso.
Se va operando paulatinamente
un cambio de paradigma.
A partir del año 1952 que se
desarrolla la clorpromazina (Ampliactil) comienza una introducción de la
psiquiatría puramente biológica dentro de la psiquiatría y la salud mental.
Si bien esto trajo al
principio una ayuda fundamental en los tratamientos porque el enfermo calmaba
su excitación, su angustia y podía desplegar su palabra y su subjetividad,
rápidamente el fármaco introduce toda la industria farmacéutica y con los
grandes laboratorios elaborando productos , el fármaco se va haciendo central
especialmente en los años 90 y va reordenando todo el campo de la salud mental,
en tanto diagnostico (el cambio del DSM II del año 1965 al DSM IV de 1994 es
fundamental, ya que se pasa de la incidencia que a través del síntoma el
psicoanálisistenía en este campo, al trastorno donde es la neurociencia y el
cognitivismo el eje) también en tanto al tratamiento (ya no importa la
subjetividad o es secundaria, lo que importa son el nivel de los
neurotransmisores en alta o en baja, y la ayuda psicoterapéutica tiene
objetivos preestablecidos). Esto tiene como proyecto:
llegar a la enfermedad mental generalizada y la medicalización absoluta de toda
la patología incluyendo situaciones de conflicto, angustia o ansiedad normales
en la vida del ser humano.
A todo esto hay que agregar
que el DSM V,acentúa estos rasgos donde se ata la salud mental a las
neurociencias en forma más intensa.
El negocio de los medicamentos
en el mundo después del negocio de las armas y las drogas es el más importante.
Lo cual implica una rentabilidad que necesita de actores dentro de los agentes
de la salud mental. Así los médicos son formados en neurociencias y los
psicólogos en terapias cognitivas que prometen una eficacia más alta y más
rápida que los tratamientos por la palabra. Los congresos “científicos”, al
igual que algunas publicaciones, pagados
por los laboratorios en vez de discutir sobre temas de la especialidad parecen
diseñados para vender un producto.
El sistema capitalista
globalizado ha impuesto el fármaco como normal dentro del consumo. En este
sentido es que podemos decir que la toxicomanía es el símbolo de esta época. Un
producto cada vez más masivo, adictivo y que deja una enorme plusvalía.
Así el desenfreno del
capitalismo neoliberal, lo imparable del desarrollo científico tecnológico y el
inconciente compulsivo y superyoico que ordena más y más para lograr el
bienestar, han realizado un anudamiento loco que va desplazando al
psicoanálisis y con él, el lugar de la subjetividad.
Hoy asistimos a una puja entre
algunos sectores de la salud mental, en general psicoanalistas y psicólogos que
trabajan en hospitales públicos que tratan de ubicar a la salud como un
derecho, y los grupos de poder comercial que imponen esta tendencia de la salud
como una mercancía y la administración de la misma apunta a un gestionar eficaz en términos de la ganancia de los
laboratorios. Hoy la psiquiatría corre
el peligro de ser absorbida por la neurología y el psicoanálisis ser desplazado
de las políticas de salud mental por terapias conductistas que operan en la
línea de comportamientos disfuncionales, efectos de lo que ocurre a nivel
cerebral y que solo es válido investigar con los métodos del positivismo.
La psicología social y
comunitaria que era la base de la salud mental y la manera de operar con el
psicoanálisis, como proponía Enrique Pichón Riviere pionero en este sentido a
través de sus grupos operativos, hoy es la pantalla que utiliza el capitalismo
para introducir “nuevas tecnologías” que con elementos estadísticos, de
recursos y de gestión van cambiando el vocabulario y por lo tanto las distintas
prácticas. Ahora se habla de planificación, de eficacia de la gestión, de
recursos humanos, económicos y técnicos. Este lenguaje empresarial se empieza a
instalar en los años 90, junto con el DSM IV y las políticas neoliberales que
se fueron instalando a nivel mundial y hoy estamos viendo sus estragos.
Nuevo Paradigma: Un amo
segregativo enmascarado
Así se fue imponiendo un
discurso tecnocrático en salud mental, que vestido de humanismo eficientista
encubre una nueva segregación, más profunda y generalizada, donde los sujetos
ya no quedan confinados en un ámbito físico, como era el manicomio, pero si
quedan confinados en una etiqueta diagnostica que estigmatiza (depresivo, Panic
Tac, Toc, Bipolar, etc. y con base en lo molecular) Grupos de personas que sin
responsabilizarse de sus síntomas están condenados de por vida a tomar cada vez
más medicación ( Y últimamente con los nuevos métodos predictivos genéticos, se
diagnostica a aquellos desde su nacimiento. Grupos etarios, que tienen tal o cual porcentaje de sufrir de
algún trastorno, y algunos actores pretenden el debate de si deben ser
medicados preventivamente desde la infancia)
No hay encierro, no hay
manicomio, pero se trata de otro encierro, el paciente está cerrado a su
condición subjetiva, a no ser más sujeto
de su padecimiento.
Para terminar existe hoy en el
campo de la Salud mental una puja política para imponer un sistema tecnocrático
segregativo, una nueva forma del discurso manicomial y aquellos que queremos
que la salud mental sea el campo donde se siga rescatando la subjetividad. En
este sentido el psicoanálisis con sus nuevas maneras de intervención tendrá
lugar, o la salud mental será el campo de lo enfermo y el psicoanálisis será
segregado junto con la subjetividad.
Para lo cual el trabajo es
grande porque se trata de pensar de nuevo las estructuras clínicas y las
llamadas problemáticas clínicas contemporáneas, fuera de como lo plantea el DSM
(trastornos de base molecular que vienen con la genética y se desencadenan en
un momento de la vida). Pensar el proceso de los tratamientos institucionales
con su tiempo lógico, más allá de los tratamientos cognitivos y de
medicalización donde se pone en juego la planificación, el protocolo y el grado
de eficacia. Tratamientos pedagógicos de reaprendizaje de la realidad, cursos
de entrenamiento, coaching y conselium tan en boga en relación a actividades
empresariales que son ahora modelo de los tratamientos para salud mental
(aconsejar, acompañar, instruir y entrenar a una persona o a un grupo de ellas,
con el objetivo de conseguir alguna meta o de desarrollar habilidades
específicas).. Debemos pensar de nuevo los dispositivos de tratamiento fuera
del discurso tecnocrático y para esto sería imprescindible pensar qué lugar
para el analista.
Ernesto Perez
Presentado en el Congreso de la AASS el 27 de agosto de 2015