“No es casualidad si las mujeres están
menos encerradas que sus partenaires en el ciclo de los discursos. El hombre,
el macho, lo viril, tal como lo conocemos, es una creación de discurso….no
puede decirse lo mismo de la mujer. Sin embargo el dialogo es posible
situándose en el discurso”
Es
intención de estas líneas plantear el efecto de sexuación que los cuadrípedos
de Lacan nos plantean. Sabemos que las escrituras de la sexuación van a ser
desarrolladas por Lacan en los Seminarios XIX y XX, pero ya que se trata del
campo del goce y del lazo social, sería importante definir cuál es la
naturaleza del lazo que une a los sexos y cómo podemos entender el ser sexuado
a partir de lo que se desprende de los cuatro discursos. Tanto lo que determina
el discurso del amo antiguo, como el cambio de discurso que implica otros modos
de la sexualidad.
Sujeto
hombre y sujeto mujer en el discurso del patriarcado
El
hombre se queda con los semblantes narcisísticos del S1, semblantes de todo
ser, todo poder y todo gozar, tratando de representar el goce fálico que como
el goce femenino están fuera de discurso. Por eso su goce es en fracaso dura lo
que dura el goce del órgano sostenido fantasmáticamente en relación al plus de
goce que le ofrece el esclavo.
El
esclavo no quiere ser, ni tener, lo que desea es gozar de su saber hacer, en
esto interviene todo su cuerpo. Imaginemos al agricultor con sus pies en el
barro sabiendo sin saber, qué tierra, qué vientos, qué temperatura son
convenientes para su producto. Un saber cómo goce en el cuerpo que no siempre
es satisfactorio.
La
mujer está ubicada por Lacan en este discurso en el lugar del esclavo, el lugar
del goce como tal. Ella a través de su mascarada debe producirse como objeto
plus para el fantasma masculino, a través de múltiples fetiches en su cuerpo
que a lo largo de los tiempos han cautivado a los hombres. Pero ella, nos dice
Lacan, además de objeto para el hombre, utilizando una bella metáfora: como
flor hunde sus raíces en el goce Otro:
Es
decir la mujer “como flor hunde sus raíces en el goce como tal”, alusión al goce
femenino que queda fuera de discurso y solamente puede entrar en él como
histérica o como esclavo.
El
sujeto masculino deberá conformarse con sus semblantes de macho, de tener,
identificaciones donde no queda nada de cuerpo y solo gozar de migajas del
goce, como le llama Lacan al goce del plus de gozar. Esto si no es muy
neurótico y puede aceptar su castración que como sabemos todo amo se niega
ferozmente, y la histérica es la que se lo recuerda. En el caso de no aceptar
la castración y no poder ubicarse como sujeto hay una barrera que impedirá esta
posibilidad de goce y se agitarán fantasmas mortíferos.
“La barrera que está a nuestro alcance
nombrar ahora mismo en el nivel del discurso del amo es el goce, simplemente en
la medida en que está prohibido en su fundamento. Se toman migajas del goce,
pero en cuanto ir hasta el final, ya les he dicho como se encarna eso, no es
preciso volver a agitar fantasmas mortíferos”[3]
Por la vía de
lo que Lacan llama fantasmas mortíferos es cómo podemos pensar la misoginia del
hombre, que puede llegar al crimen en el discurso del amo, que como estamos
viendo es el discurso del patriarcado
El neurótico obsesivo no puede ocupar el lugar del amo
porque tiene una transferencia no resuelta con él. Cree en EL AMO con
mayúsculas. Cree que el amo es todo gozar del falo a lo que él aspira, cree que
el amo es el que hace gozar a la mujer, cuando sabemos que solo goza de su
órgano en el fantasma, siempre que no sea un amo muy neurótico.
“El goce fálico es el
obstáculo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la
mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del órgano”[4]
La neurosis histérica no puede gozar de su cuerpo como Otro,
porque ella tiene una transferencia no analizada con la Otra mujer. Ella cree
en LA MUJER, la mujer total, aquella que sabe cómo hacer gozar al hombre. Tanto
el obsesivo como la histérica creen en la relación sexual que no existe.
Por
eso ella se presenta con su insatisfacción, reprimiendo el objeto plus de gozar
y se dirige a su hombre para mandarle que le produzca ese saber de La mujer que
no existe, desnudando a su vez la realidad del amo: que está castrado.
¡Ya no hay
verdaderos hombres para ella! ¡No son más que semblantes! Es su queja de
insatisfacción porque ella quiere un amo de verdad[5].
Lacan
plantea un cambio de discurso que determina un cambio de época con todas las
modificaciones que esto ha traído en los semblantes y en el modo de gozar, y la
angustia y los nuevos síntomas que llamamos problemáticas clínicas
contemporáneas.
En
esta época pasamos del semblante de amo, S1, como dominante, al semblante del
saber cómo dominante, S2. Esto implica un profundo cambio: el amo ahora es el
saber, es un saber de amo. El esclavo fue despojado de su saber ancestral y
ahora los que saben son los técnicos, los especialistas. Manda la estadística y
el saber. Saber cerrado porque está preestablecido y hay que tomar por
“evidencias científicas”. Y un saber de los derechos humanos que se instalan a
partir de la revolución francesa y que implica un desplazamiento del padre rey.
Antes
por ejemplo el padre sabía cómo manejarse como padre, lo mismo que la madre,
era un saber heredado de generación en generación, que estaba como reserva inconciente
de cada sujeto, hoy en día los padres deben hacer un curso o leer algún libro,
no saben qué hacer con sus hijos, con todo el nuevo malestar contemporáneo que
esto acarrea. Se cortó la relación con el saber inconciente ancestral. En el
mejor de los casos los padres son buenos profesores de sus hijos, ya no
sostienen y trasmiten la ley sino que al estar instalados en el discurso
universitario se transforman en buenos educadores.
En
el discurso del amo se sabía cocinar, comer, dormir, y estoy hablando de las
funciones básicas. En la actualidad las mujeres y los hombres aprenden a cocinar
por internet o en algún programa de televisión. Para saber comer bien hay que
ir a un nutricionista. Y ya nadie sabe dormir, para saber si uno duerme bien
hay que hacerse un electro sueño y es el especialista quien lo determina. Ya
nadie aprende el oficio de su padre que a su vez lo aprendió de su abuelo, sino
hay que hacer carrera: hay que ir a los jardines maternales, de infantes,
preescolar, primario, universitario, posgrado, máster, doctorado y nunca se
termina de estar en condiciones de ejercer, porque hay que saber más,
actualizarse, en una palabra ser un universitario de por vida, nunca se alcanza
una identificación S1 que sostiene al sujeto, más allá de los títulos que como
vemos cada vez se necesitan más porque tienen menos valor. El S1 queda
reprimido debajo de la barra en este discurso. Y de acuerdo en qué etapa de la
vida ocurra este cambio de discurso tendremos distintas gravedad de patologías.
En
el lugar del Otro tenemos el objeto a, que ahora se comporta como vacío, como
nada de ser, mercancía pelada y la única posibilidad es llenarlo con distintos
valores según estemos a la altura del aprendizaje o no. Hay una carrera para
estar en la última expresión del saber. Una carrera que Lacan llama yocracia[6]. Hay una producción del
sujeto dividido en este discurso que nos dice Lacan lo hacemos con el propio
cuerpo, con el pellejo, lo cual provoca angustia, estrés, todo tipo de
trastornos en el cuerpo como panic attack y a veces pasajes al acto, violencias
tratando de conseguir de alguna forma la identidad de la que fueron vaciados[7]. El sujeto forcluído de lo
simbólico intenta aparecer en lo real del cuerpo.
Digamos
que este cambio de discurso produce profundas modificaciones en lo que se
refiere a ser hombre y mujer hoy y por lo tanto en la sexualidad.
El
saber que fuimos aprendiendo y en el que vamos siendo educados es el de la
igualdad entre el hombre y la mujer, en los derechos y las costumbres. Aparecen
los estudios de género donde nos explican que no hay dos géneros sino una gama
entre el polo hombre y el polo mujer que llamamos trans.
Los
efectos de los movimientos feministas en lucha contra todo vestigio de machismo
y la sociedad patriarcal son también una constante de la época.
Podemos
constatar una decadencia del Nombre del Padre y con esto de la masculinidad.
Hoy asistimos en este mix, a la construcción por el discurso de hombres light,
hombres que se feminizan y toman actitudes que en el discurso del amo antiguo
eran femeninos. En su aspecto personal y sus conductas.
Hay
un culto del cuerpo para lograr ser exitosos. Aparecen nuevos ideales en este
unisex que se impone. Esto puede lograr ser verdaderamente exitosos en relación
a la evaluación a la que son sometidos los sujetos y se producen efectos
maniacos por el narcisinismo en juego, o quedan como inhibidos sexuales
deprimidos, que son los caídos del discurso.
Por
esto ser bipolar es la moda. El enganche al discurso es flojo y hay para el
narciso reinante buenas notas, malas y muy malas. Todos somos evaluados y
evaluadores.
Las
teorías de género invaden cada vez más nuestro lenguaje, en este sentido el
género como semblante simbólico imaginario es la identificación a los
significantes que el Otro de las instituciones aporta a este juego entre hombres
y mujeres, instituciones dominadas por el discurso universitario. Aquí no
importa la anatomía, ya que perfectamente un nacido varón biológicamente puede
hacer de mujer y viceversa, con toda la gama de rasgos distintivos que van de
un polo al otro según las culturas.
Así
es como aparecieron las teorías Queer que deconstruyen toda identidad de
género, no importa si se es hetero, homo o trans. En este sentido las teorías
Qeer se acercan a la deconstrucción analítica donde toda identificación es
puesta en cuestión, especialmente las identificaciones del semblante sexual.
Los estudios Queer plantean que mantener identidades de género es caer en la
misma trampa de la discriminación que se critica, ya que cada colectivo de la
llamada diversidad de género, tratará de sostener su espacio con toda la
autosegregación que esto provoca.
Para
Paul Beatriz Preciado, una de las voces fundamentales de la Teoría Queer, este
término trata de designar a un «movimiento post-identitario». En sus palabras
se trata de “Una posición de crítica
atenta a los procesos de exclusión y de marginalización que genera toda ficción
identitaria, tanto dentro de sociedades heterosexuales como en la cultura gay”[8].
El
psicoanálisis con sus teorías ha colaborado en este cambio de discurso al
producir caída de los ideales y las identificaciones y darle la palabra a la
mujer.
Con
la decadencia del Padre, el fantasma y los semblantes ya no son tan fijos y
esto da lugar a un cambio y variaciones en los modos de la sexualidad en los
sujetos.
El
“no hay relación sexual” lacaniano abre un hueco entre los sexos donde es
posible más allá de la fijeza de la estructura del fantasma, acceder a otras
maneras de gozar, que incluso pueden ser una invención. No hay práctica sexual
fundamental, todas y de igual manera son modos de suplencia de la relación
sexual que no existe.
¿Podríamos
pensar que la época está llevando a momentos de caída de la identificación
sexual, un pasaje por el No-Todo, y entonces el sujeto tendría la posibilidad
de experimentar algo de ese Otro goce? ¿Una libertad entre goce y semblante que
los hombres especialmente antes no tenían? ¿Una pragmática en la relación
sexual donde cada cual podría inventar su modo de gozar?
Pero
junto a estos cambios en la sexualidad que afecta a todo el lazo social en
relación a la diversidad aparecen grupos conservadores del discurso del amo
antiguo que son violentos, ultra religiosos, racistas y homofóbicos. No aceptan
la diversidad, no aceptan estos otros modos de goce y junto con los grupos
feministas y del colectivo LGTB, plantean una conflictiva que forma parte del
malestar contemporáneo.
El
psicoanálisis no es ajeno a estas corrientes, hay sectores de psicoanalistas
que quieren sostener el nombre del padre y otros sectores que acompañan esta
nueva era de derechos compartidos. Creo que la última enseñanza de Lacan nos
plantea ir más allá del padre y entonces hacerse cargo de un goce absolutamente
singular.
Ernesto Perez
Texto presentado en el XI Congreso Argentino de Salud Mental 31/09/17
[1]Lacan, J. (1990). Seminario XVII: “El envés del Psicoanálisis”. Bs. As., Arg. Editorial Paidós.
Pág. 74
[1]Miller,
J, A.(2003) La experiencia de lo real. As. As. Editorial Paidós. Pág. 241
Lacan, J. (2008). Seminario XVI:“De
un Otro al otro”. Bs. As., Arg. Editorial Paidós. Pág. 41
[1]Ibidem.
Pág. 58 y 59
[3]Ibidem. Pág. 114
[4]Lacan, J. (2008). Seminario XX: aún. Editorial Paidós. Pág. 15
[5]Ibidem.
Pag.
137
[6]Lacan, J. (1990). Seminario XVII: “El envés del Psicoanálisis”. Bs. As., Arg. Editorial Paidós.
Pág.66
[7]Ibidem. Pág. 111
[8]Beatriz Preciado. Manifiesto Contrasexual.
Editorial Opera Prima. 2002. Madrid.