Subjetividad de la Época

Subjetividad de la Época
Ernesto Perez

"No hay otro tiempo que el que nos ha tocado"
Serrat
Significantes Amos que nos determinan. Que nos arrastran a una forma de gozar es decir de sufrir.
¿ideologías?: las ideas de la conciencia individual y del imaginario social,
¿los episteme?: conocimientos que los filósofos marcan como el filo de lo discontinuo en un período.
Mentalidades que la historia construye en un momento dado. Aquello que permanece y perdura en un tiempo y que conforman una época, del griego "epéchein": lo que continua, lo que persiste...

Pero " es verdaderamente contemporáneo, aquel que no coincide perfectamente con éste ni se adecua a sus pretensiones y es por ende, en ese sentido, inactual; pero justamente por eso, a partir de ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aprehender su tiempo”. “Contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir no sus luces, sino sus sombras. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros.” Giogio Agamben

Morir es un arte,
como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.
Silvia Plath


lunes, 20 de mayo de 2013

Psicólogos, Guantánamo y tortura

Una grave cuestión moral 

A través de los años, las profesiones dedicadas a la salud mental en EE. UU. han estado en una lucha de poderes. El desarrollo de un estado militarizado para la seguridad nacional, después de la Segunda Guerra Mundial, ha ofrecido múltiples oportunidades para que la psicología profesional logre llamar la atención a sus especialidades. Esto ha sido a través de sus aportes en el área de propaganda, así como en el campo del desarrollo de armas sofisticadas logradas con la ingeniería de factores humanos ( human factors engineering ).
Un campo particularmente perturbador donde los psicólogos estadounidenses han demostrado lo que valen ha sido en el desarrollo de técnicas de interrogación para obtener información de prisioneros resistentes. El historiador Alfred McCoy, en La cuestión sobre la tortura, ha documentado el uso que ha hecho la CIA de los psicólogos para desarrollar formas de tortura que podrán derrumbar la personalidad del prisionero. Muchas de estas técnicas fueron utilizadas durante la guerra de Vietnam, además de en las brutales contrainsurgencias, apoyadas por los EE. UU., en América Latina.
No obstante la condición inmoral de estos hechos, que hacía imposible promoverlos públicamente, confluyeron para su continuación los intereses políticos del aparato militar y los corporativos de los psicólogos que buscaban de esta manera incrementar su estatus. Esto se haría, por supuesto, a través del otorgamiento de fondos para trabajos de investigación y la ampliación del campo laboral posible para los psicólogos, es decir, el campo militar. De esa manera, lo que se dio fue un silencio total por parte de la Asociación Psicológica Estadounidense (la APA), la representación mas grande en los EE. UU. y en el mundo para la psicología profesional.
El estrés extremo. La “guerra mundial contra el terror”, lanzada después del 11 de setiembre del 2001, aportó otra oportunidad de experimentar con estas técnicas de la psicología conductual. El establecimiento de ese infierno llamado Centro de Detención de Guantánamo, donde se mantienen los detenidos en la campaña en Afganistán y en otras partes, ofreció un ambiente particularmente favorable. Se creó una institución donde todos los detenidos, en contra de la ley internacional, carecen de todos sus derechos y donde son monitoreados y controlados durante las 24 horas del día.
La definición del término ‘tortura’ se ha debilitado de tal manera que prácticas previamente prohibidas ahora son permitidas, un verdadero retorno de lo reprimido. Varios psicólogos y psiquiatras funcionaron como asesores en el desarrollo de esta institución dedicada a la destrucción de la personalidad humana. Jane Mayer, de la revista prestigiosa The New Yorker , describe cómo un psiquiatra determinó que a un reo se le permitiera nada más que 7 cuadritos de papel higiénico al día, mientras que un psicólogo aplicó la técnica de interrogación llamada “la desesperación aprendida”. En el New England Journal of Medicine (2005), los investigadores Bloche y Marks notan que, desde el 2002, psiquiatras y psicólogos han sido parte de una estrategia que utiliza el estrés extremo como modificador de conducta. Otras medidas son la privación del sueño, el aislamiento prolongado, posicionamiento corporal doloroso, cambios extremos de temperatura y humillación sexual y cultural.
Además de la cuestión moral, la participación en estas actividades de profesionales de la salud mental entra en conflicto con las normas de ética establecidas por las asociaciones psiquiátricas y psicológicas estadounidenses. El escándalo de Abu Ghraib hizo pública la participación de psicólogos y psiquiatras; después de un período de debate, en mayo del 2006, la Asociación Psiquiátrica Estadounidense emitió una orden que prohíbe la participación directa de psiquiatras en actos de interrogación, en Guantánamo o en cualquier parte.
Indefinición de términos. Lo mismo no se puede decir de los psicólogos. La asociación de psicólogos formó un comité para determinar cuál sería su posición acerca de las interrogaciones, llamado “El consejo presidencial sobre la ética psicológica y la seguridad nacional ( The Presidencial Task Force on Psychological Ethics and Nacional Security )”. La mayoría de los integrantes votantes, 6 de los 9, eran psicólogos que ya trabajaban en asuntos militares y de inteligencia, varios de ellos conectados con Guantánamo y las interrogaciones. El resultado fue previsible; dice el informe final: “Es congruente con los códigos de ética de la APA que los psicólogos sirvan como consultores en los procesos de interrogación y la extracción de información para propósitos relacionados con la seguridad nacional”.
El informe dice que los psicólogos no deberían estar involucrados en actos de tortura o conductas crueles, degradantes o inhumanas pero, al igual que la administración de Bush, se resiste a definir estos términos. A pesar de que se sigue reportando la participación de psicólogos en actos de tortura, la APA no ha abierto ninguna investigación. Más bien, su presidente manifestó: “Un numero de comentadores oportunistas disfrazados de académicos han continuado reportando supuestos abusos por profesionales de salud mental. Pero no entregan a la APA los nombres y circunstancias de los involucrados…”.
La participación de psicólogos en actos de interrogación en Guantánamo, donde ha habido por lo menos 120 intentos de suicido desde el 2002, no es simplemente un asunto profesional. Es un reto moral para el concepto del uso del conocimiento al servicio del bien y no del mal. Si esta participación sigue, la psicología perderá su alma, así como la sociedad estadounidense perderá su alma si se siguen cometiendo estos horrores en su nombre. Aquí, en Costa Rica, hace unos días, un médico prominente en este mismo diario alabó el uso de la máquina de muerte y tortura llamada Guantánamo, como fortaleza última en una guerra galáctica entre el demonio y el mundo occidental. Es decir, nos pertenece a todos esta cuestión moral.
Stephen Soldz y Rodrigo A. Barahona

jueves, 2 de mayo de 2013

Civilizacion del Odio

Con el odio sucede lo mismo. Existe una dimensión imaginaria del odio pues la destrucción del otro es un polo de la estructura misma de la relación intersubjetiva. Ya les señalé que se trata de lo que Hegel reconoce como el callejón sin salida de la coexistencia de dos conciencias, a partir del cual deduce su mito de la lucha por puro prestigio. También en este caso, la dimensión imaginaria está enmarcada por la relación simbólica y, en consecuencia, el odio no se satisface con la desaparición del adversario. Si el amor aspira al desarrollo del ser del otro, el odio aspira a lo contrario: a su envilecimiento, su pérdida, su desviación, su delirio, su negación total, su subversión. En este sentido el odio, como el amor, es una carrera sin fin.

Tal vez sea más difícil hacerles entender esto último porque, por razones que quizá no son tan agradables como podríamos creer, conocemos menos hoy el sentimiento de odio que en las épocas en que el hombre estaba más abierto a su destino.

Es cierto que hemos presenciado, no hace mucho, manifestaciones de este género que estaban bastante bien. No obstante, hoy, los sujetos no tienen que asumir la vivencia del odio en lo que éste puede tener de más ardiente. ¿Por qué? Porque ya de sobra somos una civilización del odio. ¿Acaso no está ya bien desbrozada entre nosotros la pista de la carrera de la destrucción? El odio en nuestro discurso cotidiano se reviste de muchos pretextos, encuentra racionalizaciones sumamente fáciles Tal vez sea este estado de floculación difusa del odio el que satura, en nosotros, la llamada a la destrucción del ser. Como si la objetivación del ser humano en nuestra civilización correspondiera exactamente a lo que- en la estructura del ego- es el polo del odio.
 
J. Lacan (Escritos técnicos)