Subjetividad de la Época

Subjetividad de la Época
Ernesto Perez

"No hay otro tiempo que el que nos ha tocado"
Serrat
Significantes Amos que nos determinan. Que nos arrastran a una forma de gozar es decir de sufrir.
¿ideologías?: las ideas de la conciencia individual y del imaginario social,
¿los episteme?: conocimientos que los filósofos marcan como el filo de lo discontinuo en un período.
Mentalidades que la historia construye en un momento dado. Aquello que permanece y perdura en un tiempo y que conforman una época, del griego "epéchein": lo que continua, lo que persiste...

Pero " es verdaderamente contemporáneo, aquel que no coincide perfectamente con éste ni se adecua a sus pretensiones y es por ende, en ese sentido, inactual; pero justamente por eso, a partir de ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aprehender su tiempo”. “Contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir no sus luces, sino sus sombras. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros.” Giogio Agamben

Morir es un arte,
como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.
Silvia Plath


sábado, 18 de octubre de 2014

PADRE

Subió al subterráneo como todos los jueves a las cinco. Se sentó como de costumbre en un asiento extremo, para controlar todo el pasaje.

Así fue como distraídamente apareció ante sus ojos; Era un hombre viejo, él lo veía solo de atrás, y su silueta se recortaba perfectamente: pelo bien peinado, blanco y prolijo, como su camisa y su saco que alcanzaba a ver sobre el respaldo del asiento.

Tuvo la sensación de estar frente a la figura de su padre, muerto hacía ya un año. Cerró los ojos, los volvió a abrir y allí estaba. Trato de correrse a derecha y a izquierda para encontrar el rasgo diferente que le confirmara que no era su padre, lo hizo, pero cuando la señal tal vez iba a aparecer, interrumpía la comparación. Decidió que estaba viajando con él, sintió una sensación de paz, de reencuentro, de seguridad. Hasta podía imaginar su cara, su gesto contraído pero sereno y se imaginó un dialogo donde le contaba de sus cosas y él se reía. Los dos viajaban el mismo viaje, solo que su padre iba más adelante.

Al bajar tampoco se rompió el hechizo, bajó detrás de él y se despidió en un juego que no alcanzó a comprender su sentido.

Al despertar pensó que realmente había viajado con él, pensó que su padre se había corporizado. Múltiples ideas espiritistas  acudían para razonar lo que parecía una sensación inexplicable: Habían estado juntos en la realidad. Pensó que se repetiría, y al día siguiente, a la misma hora tomo el mismo tren pero no lo encontró. Pensó que sería el otro jueves, y esperó ese día que era justo trece que tiene un valor mágico. Abordó el subterráneo de la línea B como todos los jueves, pero tampoco estaba, y decidió olvidarlo.

Pero una tarde cualquiera, sin ninguna razón, volvió a sentarse en el asiento extremo del vagón, para controlar los movimientos de los pasajeros, y allí estaba, su silueta de espadas se recortaba idéntica. Esta vez no tuvo dudas: su padre viajaba con él.
 
Ernesto Perez